30 de enero de 2013

Descartes y su yo

Descartes buscaba una verdad indudable y la que encontró (o creyó encontrar) era que su yo existía. Para llegar a esta verdad había utilizado las reglas de su método.

La historieta es más o menos así:
Monsieur Descartes, siguiendo su método, comenzó a dudar de todo, hasta de que 2+2 = 4, hasta llegó a algo de lo que no podía dudar, a saber, de que estaba dudando. ¿Y por qué no dudaba de esto? Muy sencillo, porque entonces estaría dudando de que estaba dudando y de nuevo estaría dudando. De modo que dudar de que estoy dudando me lleva al hecho indudable de que estoy dudando. Descartes no se quedó en ese punto de la reflexión, así que la desarrolló algo más.

Dudar es pensar… al menos en el vocabulario de Descartes. Así que si no puedo dudar de que dudo, no puedo dudar de que pienso. Ahora bien, si hay pensamiento, ha de haber algo que piensa porque, obviamente, los pensamientos no pululan por ahí solos e independientes. Estos han de estar contenidos en las cosas pensantes, de modo que las dudas, los pensamientos, los dolores, los picores, etc... implican la existencia de cosas que dudan, que piensan, que sienten dolor, etc...

Pero mira tú por dónde, continúa Descartes su reflexión, resulta que la cosa que piensa… al menos en este caso, es la misma cosa a la que llamó “yo”… ¡Eureka! ¡La cosa que piensa soy yo! Y así llegó a la gran verdad, una de las máximas formuladas en latín más populares de la historia: “cogito, ergo sum”… “Pienso, luego existo”. Descartes llamó a su yo “cosa que piensa” y dijo que en el mundo se podían distinguir si no nos poníamos excesivamente estrictos, tres tipos de cosas: “la cosa infinita” (Universo, Dios), “la cosa que piensa” (el yo) y “la cosa extensa” (el cuerpo).

En definitiva, la cosa a la que Descartes llamaba "yo", era una entidad que pensaba pero que no era corpórea, porque había otra cosa a la que llamaba “mi cuerpo” y que distinguía, según aseguraba, de la cosa a la que llamaba “yo”. Este “yo”, pensaba Descartes, podría existir sin su cuerpo… aunque nunca aclaró como.

Y como este genial filósofo, nadie nos aclara nada o mejor dicho, nadie nos lo confirma.
Nos queda agarrarnos a la fé (lejos del clero si lo prefieres) o a la experiencia para algunos afortunados, para "ver" a los pensamientos como entidades independientes de la conciencia particular de un individuo.


4 comentarios:

  1. Hola Manu!!!
    realmente no estoy de acuerdo con Descartes en que el cuerpo no piense, creo que también tiene conciencia y que las células piensan y de hecho se ha comprobado ya como el lenguaje y los pensamientos influyen en el cuerpo y en las células y cómo incluso por ellos podemos enfermar o sanar,... por otro lado los pensamientos creo que existen de forma inherente a la persona en cuanto a que somos duales y tenemos un "ego" que es el responsable de muchos de nuestros pensamientos que vienen influenciados por la sociedad, cultura, enseñanza e includo ADN, pero que realmente no son nosotros mismos, porque realmente no somos ese ego y/o esos pensamientos, y es posible cuando evolucionamos y expandemos nuestra consciencia tomar consciencia de ello y poder darnos cuenta de que a veces lo que viene a nuestra mente no somos nosotros mismos y cambiar nuestro modo de actuar y sentir las cosas.
    Una entrada interesante y decididamente lo veo de forma diferente a cuando estudié filosofía.Cuando pasa el tiempo mucho de lo que estudiamos, por lo menos en mi caso, deja de ser válido tal cual.
    Un abrazo

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    1. Hola Angélica!!
      Gracias por exponer tu opinión.
      Un abrazo!!

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  2. Con razón se dice ahora de Descartes es "culpable" de esa idea de disocición entre cuerpo y mente que actualmente tantos rebatimos...Gracias Manu por tu clara exposición.

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    1. Si Julia, parece que este hombre fué un pionero, al menos en occidente, (diferentes culturas estoy seguro de que ya lo sabían y sentían) de verse separado de sus pensamientos.

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