21 de abril de 2017

Al fin me he dado cuenta...

De que el cambio no va a venir del exterior, de algo o de alguien.
De que la paciencia es clave y una gran virtud.
De que la palabra confunde y el silencio aclara.
De que los demás no son culpables del dolor o de la alegría que podamos sentir.

El cambio llega cuando tu lo decides y no es cuestión de tiempo. Es cuestión de procurar que tus sentidos no se enturbien con demasiada frecuencia.
La paciencia no hay que confundirla con pasotismo o con indiferencia, sino entenderla como una capacidad de comprender lo que ocurre a tu alrededor... contra menos juicios y etiquetas, mejor.
Las palabras son necesarias para comunicarnos, para entendernos, para desahogarnos... Actúan a nivel intelectual o mental. En el silencio encontrarás cierta coherencia entre la mente y el corazón.
No eres el único que sientes rencor hacia alguien que te dañó. Dañar es un "poder oscuro" que tenemos todos. Ser conscientes de esto nos ayudará a ocuparnos de nuestros sentimientos... El error es preocuparnos de las palabras o acciones de los demás.

Cuando observamos un riachuelo con sus aguas tranquilas y cristalinas, nos evoca a un estado de paz y confianza. Procura no prestar tu atención, o la justa si hay más remedio, a las aguas turbias y bravas.

Río Manzanares