20 de noviembre de 2013

El regalo de la ofensa

"Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que ahora se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que aún era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero, conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para captar los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.

El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conociendo la reputación del samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar así su fama.
Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.

Fueron todos hasta la plaza de la ciudad, y el joven comenzó a insultar al viejo maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió a la cara, gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus antepasados.. Durante horas hizo todo lo posible para provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
– ¿Cómo ha podido usted soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aún sabiendo que podía perder la lucha, en vez de mostrarse cobarde ante todos nosotros?
– Si alguien se acerca a tí con un regalo, y tú no lo aceptas, ¿a quien pertenece el regalo? preguntó el samurai.
– A quien intentó entregarlo – respondió uno de los discípulos.
– Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos – dijo el maestro. – Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los carga consigo."



Aunque pueda parecer una actitud sumisa y cobarde por parte del viejo samurai, sobre todo desde el punto de vista desde la sociedad competitiva que hemos creado, lo cierto es que este cuento o relato (del que desconozco a su autor) nos puede llevar a una reflexión, y esta a una enseñanza... Y es que cuando intentamos ofender a otro normalmente es porque tenemos un problema interno, el cual intentamos traspasarlo al que tenemos enfrente. Así damos la satisfacción que necesita  nuestro ego, al encontrar a otro ego igual.
Al retar al samurai, el joven guerrero no pudo satisfacer a su "pesado" ego, marchándose del "campo de batalla" con todavía más carga de la que había traído.

4 comentarios:

  1. Un gran texto y un buen consejo. La cultura Oriental es más sabia que la Occidental y sus principios y valores más positivos para el auto-conocimiento y el desarrollo de la espiritualidad.

    Buena entrada Manu, gracias por esta reflexión
    Un abrazo

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  2. Muy buena entrada Manu!
    sólo desde la maestría interior, se puede realizar lo que hizo el maestro samurai; quizás debamos ser maestros de nosotros mismos y conocernos bien y estar en paz con nosotros mismos, para poder así ir soltando nuestros egos y no aceptar "los malos regalos" de otros, al no resonar con nada en nosotros mismos.
    Un Abrazo

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  3. Gracias por vuestras aportaciones, Sofya y Angélica...Abrazos!!

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  4. He disfrutado primero leyendo este relato y luego reflexionando sobre él una gran lección para nuestra cultura que salta ante cualquier provocación. Saludos.

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