26 de mayo de 2015

Vientos de cambio III

Unos con miedo, otros con esperanza...
Unos acomodados, otros luchando...

A grandes rasgos, la entrada de los nuevos partidos políticos emergentes en los parlamentos autonómicos y locales de nuestro País está generando en muchos, grandes dudas sobre el futuro bienestar de los ciudadanos en nuestra Nación.

El "patrón" por el cual se ha ido guiando la democracia desde que tengo uso de razón, me da la sensación de que se está quedando viejo, o mejor dicho, obsoleto... pasado de moda. Y no es una crítica, repito, es una sensación.

Nadie puede asegurar que el nuevo "patrón" que a partir de ahora parece que va a regir en nuestra democracia, se va a ajustar a los "trajes" de la gran mayoría de los ciudadanos. Pero si podemos confiar en que, al menos, se ajuste (sea justo) a la mayoría.

El tiempo nos dirá, si estos nuevos vientos que soplan son los tan esperados vientos de cambio... para los que no tienen miedo y no están acomodados, claro.




16 de mayo de 2015

Una enseñanza acelerada


Matajuro Yagyu, hijo de un célebre maestro del sable, fue renegado por su padre quien creía que el trabajo de su hijo era demasiado mediocre para poder hacer de él un maestro. Matajuro, que a pesar de todo había decidido convertirse en Maestro de sable, partió hacia el Monte Futara para encontrar al célebre maestro Banzo. Pero Banzo confirmó el juicio de su padre:

- No reunes las condiciones.

- ¿Cuántos años me costará llegar a ser Maestro si trabajo duro? - insistió el joven.

- El resto de tu vida - respondió Banzo.

- No puedo esperar tanto tiempo. Estoy dispuesto a soportarlo todo para seguir su enseñanza. ¿Cuánto tiempo me llevará si trabajo como servidor suyo en cuerpo y alma?

- ¡Oh, tal vez diez años!

- Pero usted sabe que mi padre se está haciendo viejo, pronto tendré que cuidar de él. ¿Cuántos años hay que contar si trabajo más intensamente?

- ¡Oh, tal vez treinta años!

- ¡Usted se burla de mí. Antes eran diez, ahora treinta!. Créame, haré todo lo que haya que hacer para dominar este arte en el menor tiempo posible.

- ¡Bien, en ese caso, se tendrá que quedar usted sesenta años conmigo! Un hombre que quiere obtener resultados tan deprisa no avanzará rápidamente - explicó Banzo.

- Muy bien _declaró Matajuro, comprendiendo por fin que le reprochaba su impaciencia_ acepto ser su servidor.

El maestro le pidió a Matajuro que no hablara más de esgrima, ni que tocara un sable, sino que lo sirviera, le preparara la comida, le arreglara su habitación, que se ocupara del jardín, y todo esto sin decir una palabra sobre el sable. Ni siquiera estaba autorizado a observar el entrenamiento de los demás alumnos.

Pasaron tres años. Matajuro trabajaba aún. A menudo pensaba en su triste suerte, él, que aún no había tenido la posibilidad de estudiar el arte al que había decidido consagrar su vida.

Sin embargo, un día, cuando hacía las faenas de la casa, rumiando sus tristes pensamientos, Banzo se deslizó detrás de él en silencio y le dio un terrible bastonazo con el sable de madera (boken). Al día siguiente, cuando Matajuro preparaba el arroz, el Maestro le atacó de nuevo de una manera completamente inesperada. A partir de ese día, Matajuro tuvo que defenderse, día y noche, contra los ataques por sorpresa de Banzo.

Debía estar en guardia a cada instante, siempre plenamente despierto para no probar el sable del maestro. Aprendió tan rápidamente que su concentración, su rapidez y una especie de sexto sentido, le permitieron muy pronto evitar los ataques de Banzo.
El maestro le anunció que ya no tenía nada más que enseñarle.

Autor: Anónimo
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Este relato, aplicado a la vida contemporánea, me lleva a la reflexión de que; a pesar de los "sinsabores" que podemos experimentar en nuestra vida cotidiana y en ocasiones, incluso sentirla como una losa pegada a nuestra espalda. Si somos capaces de encontrar y mantener un propósito... sea cual sea, (desde proponerte cuidar de ti y/o de alguien, hasta proponerte alcanzar ese objetivo o meta) que nos haga "luchar" por él, iremos poco a poco apreciando la gran variedad de sabores que nos brinda la vida, y cuando aparezca la losa, la sentiremos más liviana, o sea, seremos capaces de soportarla.
Y si a lo anterior le añadimos y aplicamos la famosa coherencia: "que lo que pienses, coincida con lo que sientes y dices"... Es posible que, como le ocurrió al protagonista del cuento, se llegue a desarrollar o ampliar ese sexto sentido que, entre otras cosas, nos lleve a disfrutar de cada instante.

13 de mayo de 2015

La religión del capital

Anna Parini
Nuestro estilo de vida gira en torno al consumo materialista. La posesión de ciertos bienes materiales sigue siendo considerada como un signo de estatus dentro de un determinado grupo social. Como consecuencia de esta propaganda consumista, muchos siguen creyendo que la identidad se define en función de la calidad y la cantidad de las posesiones. Sin embargo, parece que nunca tenemos suficiente; esencialmente porque a menudo nos comparamos con quienes están un peldaño por encima.

La gran mentira contemporánea es que el bienestar, la riqueza, la plenitud y la abundancia están fuera de nosotros mismos. Así es como nos vamos desconectando de nuestro ser, el único lugar donde reside la verdadera felicidad. Eso sí, para que nos la sigamos creyendo, las corporaciones invierten a nivel mundial unos 400.000 millones de euros al año en meticulosas campañas de publicidad. De esta manera ha sido posible el florecimiento del sistema capitalista. Más que nada porque para que el crecimiento económico siga expandiéndose, debemos seguir deseando más de lo que tenemos. De ahí que sea fundamental que como individuos nos sintamos permanentemente insatisfechos.

En este escenario de confusión colectiva, es importante señalar que el consumo material ha mejorado notablemente ciertos aspectos de nuestra vida, proporcionándonos grandes dosis de placer, entretenimiento y comodidad. Y no solo eso. Por más que las empresas intenten manipularnos para vendernos lo que sea, en última instancia nadie apunta con una pistola para que terminemos comprando sus productos y servicios. El hecho de que consumamos mucho más de lo que necesitamos pone de manifiesto nuestro vacío existencial.

Irónicamente, la opulencia se ha convertido en una enfermedad contemporánea, como muestran los constantes escándalos de corrupción. Y es que cuanto mayor es la desconexión de nuestro ser, mayor es también la sensación de carencia, escasez, pobreza e incluso miseria. De ahí que crezca, a su vez, la necesidad de seguir acumulando dinero: sin duda alguna, la religión con más fieles y seguidores.

Muchos tenemos una fe ciega en que estos papeles con números y sellos oficiales van a proporcionarnos la felicidad, la seguridad y el valor que no encontramos en nuestro interior. Tanto es así, que la mayoría de las decisiones que tomamos están orientadas a maximizar ingresos y a minimizar gastos, poniendo de manifiesto lo arraigadas que están la codicia y la avaricia en nuestra sociedad.

Tal como describe T. Harv Eker en su libro Los secretos de la mente millonaria (editorial Sirio), cada uno de nosotros ha recibido como herencia un patrón financiero. Es decir, un modo de pensar acerca del dinero, que condiciona inconscientemente nuestras decisiones y nuestros comportamientos relacionados con el trabajo y el consumo. Este patrón financiero comenzó a programarse en nuestro subconsciente desde nuestra infancia. Y está compuesto por mitos, estereotipos, asunciones y prejuicios acerca del dinero, muchos de los cuales son irracionales y falsos.

Según cuáles hayan sido nuestros referentes familiares y culturales, muchos de nosotros estamos programados para gastar más dinero del que ganamos. O, por el contrario, para ahorrar y almacenar todo lo que podamos. En paralelo, la mayoría comparte algunas ideas comunes. Por eso solemos considerar que “el dinero corrompe”, pues es “la raíz de todos los males”. O que “los ricos son malvados y mezquinos”.

Sin embargo, el dinero no es bueno ni malo. Más bien es un medio de intercambio neutro. Curiosamente, cuanto más aumentan nuestros ingresos, más lo hacen nuestros gastos. Además, está comprobado que cuando nuestro poder adquisitivo se incrementa significativamente, enseguida nos acostumbramos a nuestra nueva posición social y económica. Y al cabo de poco tiempo, comenzamos a desear más de lo que tenemos. Cuando ganamos 1.000 euros al mes, nos gustaría cobrar 500 euros más. Y al conseguir los 1.500 euros mensuales, empezamos a desear 2.000 euros. Luego 2.500 euros…

Tarde o temprano, llega un momento en que el dinero se convierte en una serie de números proyectados en la pantalla de un ordenador. Y superada una cierta cantidad, el deseo se vuelve más feroz. Al acumular 5.000 euros en la cuenta corriente, el siguiente objetivo se centra en alcanzar 10.000 euros. Y una vez logramos esta cifra, aspiramos a llegar a los 50.000 euros. Y así, ad infinitum. Para salir de ese círculo vicioso, el primer paso consiste en ver el dinero como lo que es, dejando de proyectar en él lo que nos gustaría que fuese.

Autor: Borja Villaseca - Parte del artículo publicado en el país semanal.

9 de mayo de 2015

Elementos contaminantes

Otra vez ensuciando tu espacio...
De nuevo, contaminando con residuos tóxicos el lugar donde, en su origen, es natural, armónico y limpio.

Al leer lo anterior, te habrá venido a la cabeza la contaminación planetaria a la que por desgracia ya estamos más que acostumbrados.
En cierto modo así es, ya que cada día que pasa, tengo la certeza de que nuestro estado interior influye en el exterior. Pero en esta ocasión me refiero a los "pensamientos contaminantes", o a los típicos problemas que en ocasiones se agarran a la mente, como el alquitrán en los pies cuando paseas por una playa en donde atracan embarcaciones.

A veces solo basta con apartar el "elemento contaminante" de la zona que no le corresponde.
Otras veces, es necesario raspar pacientemente para poco a poco, ir eliminando de nuestro entorno o interior, aquello que en un principio no tenía que estar ahí.

Recordar que todo tiene solución, ayuda a no desesperar y a no agrandar más el problema.
Utiliza la "herramienta" adecuada y ponte manos a la obra.


Buscando una imagen, me encontré con esta cita que "hila" bastante bien con este post.


1 de mayo de 2015

Animales y humanos comunicándose

Espectacular experimento de M&C Saatchi Sydney, una de las empresas de marketing más importantes de Australia, que ha querido estudiar la comunicación entre humanos y animales, más concretamente, entre humanos y ballenas jorobadas.

Es un hecho que nuestras mascotas pueden percibir nuestro estado de ánimo o el significado de nuestras palabras, solo por el tono de voz en el que nos comunicamos con ellas.

El resultado no solo es asombroso, sino que demuestra, una vez más, que la comunicación entre distintas especies es posible, aunque no haya un lenguaje hablado o escrito en común.

Las ballenas jorobadas se comunican a través de vocalizaciones, aunque son los machos los que únicamente producen cantos largos, fuertes y complejos que han hecho famosa a esta especie.

Precisamente ese conocido canto de las ballenas jorobadas llevó a esta compañía a elegirlas para su proyecto, componiendo una canción expresamente para ellas con el objetivo de comprobar si les contestarían.

Dicho tema fue interpretado en mitad del mar por una orquesta y lo que pasó os dejará boquiabiertos.

Fuente: Mindalia.com